viernes, 11 de julio de 2008

Sobre el uso, el abuso y la necesidad del automóvil

Y cuando aparecieron su misión parecía evidente. Gracias a aquellos artilugios las comunidades humanas no necesitarían ser grandes ciudades, pues la gente podría vivir fácilmente en pueblecitos y comunicarse con aquellas maravillosas máquinas capaces de correr más que los ferrocarriles. Solo había que crear unas buenas carreteras y sería cuestión de tiempo que todos los pueblos estuviesen comunicados y la población viviese en idílicas villas perfectamente abastecidas. Y paso el tiempo. Y aquello se olvidó.

Y hoy nos sentamos en un banco de cualquier calle a ver pasar los coches, y a pensar:

Las grandísimas ciudades superpobladas no solo siguen existiendo, sino que tienden a crecer aún más. No es porque aquella quimera fantasiosa se abortara al resultar que aquel invento del automóvil era tan falso como la piedra filosofal. Todo lo contrario, el automóvil se desarrolló, dio trabajo y dio dinero. Pero no revolucionó las vidas de la gente, como hacen los verdaderos inventos, sino que a la larga nos esta dando problemas.

El automóvil es una herramienta. Técnicamente, es un vehículo de motor, que no requiere esfuerzo físico de ningún animal para ser utilizado, solo la concentración en el manejo del auto. El invento se mueve con un combustible fósil, el petróleo. Quema el mismo y obtiene una energía que manipula y convierte en velocidad y potencia. Desde luego es un gran ingenio tecnológico, eso es innegable. También hay que reconocer los avances en ergonomía, que hacen más tentador vivir en algunos coches que en muchas viviendas. Y si a eso le sumamos el buen lugar que en nuestra sociedad, por desgracia, tiene poseer un coche, tenemos una verdadera joya bastante asequible para mucha gente. Y es en este punto en el que se difumina su naturaleza de herramienta para convertirse en mercancía de lujo. El lujo de conducir, de mirar a los demás desde una ventanilla. Tú y los tuyos, o tú y lo tuyo. Nada más. Esa deformación en el concepto del automóvil va unida fuertemente al concepto de propiedad de tipo burgués, asociando como siempre propiedad con libertad. Ahí se toca un punto crucial en lo sociológico del automóvil: confundir la parcial autonomía que otorga con la Libertad. Y aquí entra otra distorsión asociada al automóvil. Afirmar, como se afirma, que poseer un automóvil da Libertad es darle a un objeto un valor espiritual que lo convierte en aún más deseado, como el cetro del sacerdote o el collar de cuentas del jefe de la tribu. La Libertad es un atributo humano, y si bien es cierto que el automóvil proporciona libertades a la hora de moverse, hay que recalcar que el automóvil, como cualquier otra herramienta, canaliza la voluntad de quién la usa, como lo hace un pincel, una espada o un martillo. Toda herramienta da al hombre la posibilidad de usar su Libertad innata. Pero la Libertad no está en la herramienta, esta en quién la usa.

Esto ocurre con otros objetos tecnológicos: el teléfono móvil, la televisión, el ordenador…distintas herramientas que en según que ámbitos reciben un desmedido uso y suponen un negocio formidable para aquellos que se lucran continuamente con este sistema económico. Aquellos a los que no les importa sacar beneficio de la guerra, de la droga, del agua…A ellos les interesa que se ponga de moda un objeto para lucrarse con el, sin importar el peligro que conlleve, siendo cierto que con el teléfono móvil o la televisión los efectos negativos producidos no son tan devastadores como los del coche.

En el caso del coche parece mentira que haya que decirlo: no trae bienestar. El que posee un coche se ve asfixiado normalmente por la gran cantidad de problemas que surgen debido a su mantenimiento. El uso masivo del automóvil produce tales atascos y colapsos en el transporte que el uso del coche es manifiestamente contraproducente. La atmósfera creada en torno al automóvil es perniciosa para la vida por la emisión de gases producidos en la combustión, y tiene un resultado inmediato: huele mal. La cantidad de espacio que ocupa es tan exagerada que ya se construyen bloques de pisos exclusivamente para coches, a parte de la cantidad de suelo destinado ya no a su uso, sino a su desuso mientras están aparcados. Y la más grave de todas: que la gran potencia de la que alardean es letal para todos los animales que conviven con la máquina. En ciudad se producen cientos de atropellos, con una gran cantidad de víctimas, a parte de las producidas en los inseguros trayectos.

Y más aún. La gran explosión del automóvil ha fomentado un estilo de vida que resulta insultante para aquella idílica utopía planeada un siglo atrás. El modelo de vida asentado en bastas urbanizaciones entorno a ciudades, o entorno a centros comerciales. Miles de viviendas de varias plantas, idénticas e individuales, con unos metros de naturaleza privada y un buen espacio para guardar el vehículo. Un modelo que aprovecha todo lo posible del coche, pues un transporte colectivo eficiente para toda la extensión de la urbanización es muy poco económico por la poca gente que habita en tanta extensión y otros medios de transporte quedan desechados con vagos motivos. Así que se hace obligatorio tener al menos un coche para ir a trabajar, a la escuela o al centro comercial a ver a los vecinos. Demencial. Todo un negocio montado sobre una base tan endeble como la existencia de una herramienta formidable que a la vez es un juguete peligrosísimo. Cientos de personas que se encadenan a la confianza de utilizar esa máquina todos los días de su vida para las cosas más nimias, cientos de personas vulnerables de que un pequeño fallo, como la escasez de combustible, que pueda hacer del modo de vida que han escogido un camino sin salida.

Otro punto es el poder que el automóvil tiene en las ciudades. Tal vez este sea el punto en el que el automóvil usado como medio de transporte individual alcanza las cotas más altas de peligro y disparate. En cualquier ciudad el estatus del coche es de dominio. En la gran mayoría de las calles urbanas un 60% de la calle corresponde al automóvil, entre aparcamiento y calzada. Y en ciudad, donde el transporte colectivo puede ser completamente eficiente y respetuoso, resulta absurdo el uso(o abuso) que se hace del coche para cualquier cosa. Pero sin duda lo más perjudicial del automóvil en ciudad es la desproporción con que se usa la herramienta. En la mayoría de los casos me estoy refiriendo a vehículos con potencia suficiente para recorrer kilómetros en un puñado de segundos, característica irrisoria en ciudad pero que pone de manifiesto la exagerada potencia que tienen los vehículo que se usan a día de hoy en ciudad. Es como si para hacer un agujero en la pared de mi casa en vez de usar un taladro, uso un cañón, haría un agujero, sí, pero provocaría muchas más molestias que ventajas al usar ese procedimiento. Lo mismo pasa con el coche en ciudad. Y aunque se plantean modelos de vehículos más pequeños, más orientados al uso urbano, la potencia sigue siendo un derroche, y su tamaño sigue siendo excesivo para la necesidad que cubre.

Todo esto, como ya ha sido resaltado en este texto, está mantenido y defendido por aquellos que llevan el negocio que supone, más que la creación de automóviles, la especulación con el combustible. A parte de otros negocios adyacentes como es la creación de grandes urbanizaciones, el negocio del petróleo como combustible es algo que entra en política mundial. En el sistema capitalista se puede ver con nitidez a gente de cualquier cultura cerrando pactos comerciales, mientras difunden el pánico colectivo hacia el diferente utilizando motivos religiosos, históricos o lo más común, mediante un escaparate ideológico muy útil para hacerse con el poder que los estados aún brindan. A los grandes jeques del petróleo no les importan estas líneas, pero al resto de la población, que sufre esta y otras tantas lacras adheridas al sistema le conviene saber que todos sus negocios están conectados, pues son las mismas personas las que los llevan. Periódicos, fábricas, armamento, automóviles, petróleo, religiones, estados…casi todo está en las mismas manos, por lo que la oposición al negocio que ellos hacen de nuestra necesidad de trasportarnos y abastecernos es algo necesario para defenderse de su permanente agresión. No hay democracia ninguna en los aspectos económicos de nuestra vida. Si necesitas una herramienta para moverte por una ciudad y su alfoz con autonomía tienes que elegir entre muy pocas opciones, cuando con los medios técnicos alcanzados podríamos poseer una amplia gama de instrumentos. ¿Por qué no se desarrollan medios de transporte mas ajustados a las necesidades prácticas de la población? ¿Quién interviene en los procesos de diseño de los automóviles? ¿En base a qué los hacen como los hacen, orientados a rendir mucho con unas gotas de combustible, en vez de desarrollarlos con más facilidad para ser controlados y no tanta potencia?

Sorprende ver cómo juegan con nosotros, cómo un día el cambio climático no les conviene y al día siguiente sacan una variedad de vehículos “ecológicos” y contra el cambio climático, vehículos que cumplen absolutamente con todas las molestias de un vehículo no “ecológico”. Si un mensaje se emitía y se emite al respecto del calentamiento global es que hay que reducir drásticamente el consumo, no seguir consumiendo con el mismo frenesí cosas “ecológicas”, y sin embargo la alternativa que se nos ha presentado por parte de las multinacionales es la creación de esa línea de vehículos. Y la respuesta de los estados ha sido secundar la estrategia de las empresas y proteger y abaratar esta nueva línea de coches. Este ejemplo de cómo pueden utilizar una reivindicación justa para su propio beneficio es una muestra de que este tipo de problemas radicales requieren soluciones radicales, que supongan un cambio más allá del problema concreto que se quiere solucionar. Para combatir todos los efectos nocivos del automóvil no hay que acabar con el automóvil y ya está, hay que acabar con la estructura que lo defiende y nos lo impone si o si. Hay que democratizar este tipo de tecnologías, ponerlas bajo el control de la población y que así una herramienta nunca transcienda de su papel para convertirse en un capricho.

Pero evidentemente se pueden ir tomando alternativas inmediatas frente a la agresividad del coche en la ciudad. Y es que hay otros medios de transporte que hay que fomentar y defender, así esta la bicicleta y sus derivados o el transporte colectivo en ciudad y entre ciudades. Alternativas que llevan tiempo presentes y que van extendiéndose entre la población como útiles para el día a día. Y sin olvidar que por naturaleza tenemos una excelente capacidad para desplazarnos andando a donde queramos, tan excelente como la de acomodarnos en un mullido asiendo que nos lleve hasta el matadero.